Ibon Cabo 





Kirola, mundua eta jendea 

Abril 22 2020

Nabucodonosor II es del Liverpool

A falta de saber si los clubes de las competiciones no profesionales de la RFEF deciden o no generar un modelo de play off express para la conclusión de las mismas o simplemente se asume como definitiva la clasificación actual, seguimos pensando en cómo terminar con el embrollo actual sin pensar en el fondo de la cuestión. Ese modelo basado en el consumo de masas parece que va a pasar por encima durante las dos próximas temporadas y el deporte amateur va a volver a estar lejos de los objetivos a desarrollar. A pesar de los esfuerzos subvencionadores , se sigue sin atacar el fondo del problema. Nabucodonosor II fue un famoso rey de Babilonia conocido por su frenética actividad constructora. Hoy sería sin duda del Liverpool pero la pregunta es …¿Habría abandonado Babilonia?

Esa pretendida uniformidad del club internacionalmente bien situado, el deportista de alto consumo y opulencia pública, además de las selecciones de los estados como modelo de expansión nacionalista centralista, parece que pueden imponer aún más su hegemonía y hacer caso omiso de los problemas de fondo que arrastra esta crisis para el fútbol. Estamos ante un modelo de racionamiento para volver a poner en marcha el mismo sistema, con los mismos agentes y con los mismos problemas de fondo. Actualmente este modelo tiene cinco pilares básicos: excesiva dependencia de los recursos variables, falta de renovación en el entramado federativo, poca apuesta por las modalidades que no generan tantos ingresos televisivos y pensamiento único en cuanto a la representatividad internacional.

Sin embargo, para sostener todo ello se alude a la diversificación como factor de inclusión. Hoy es el Liverpool el favorito, ayer el Barcelona y mañana quién sabe. Nuevos-viejos modelos a nivel de imagen y marketing a raudales como, por ejemplo, las competiciones en los lejanos desiertos del oriente medio, el resurgimiento forzado de clubes con cierto halo de romanticismo (Liverpool, final vasca de la copa, la vuelta a la imagen ye-ye de los futbolistas, fotos del deporte femenino sin que los grandes clubes firmen sus convenios….) y sobre todo, en los últimos tiempos, administrar la frustración del COVID 19 como una forma de hacer casi- casi no transformable el modelo y por extensión el sistema.

Bajo la frase “solo juntos podemos salir de esta” hay algo más que la buena voluntad de lo que futbolísticamente se define como “hacer piña”. En el fondo, esta socialización a través del consumo tiene más beneficios para los mismos y menos repartos hacia abajo ya que se hace presente a la fuerza aquella fatídica expresión bajo la cual cabía cualquier tipo de recorte al fútbol femenino o al fútbol sala: “Es que hay que pensar en lo que genera cada cual”. Yo soy más proclive a pensar no en “lo que” sino en “para quién”. Así normalmente se hayan más respuestas.

El fútbol y la política se han convertido en la máxima expresión de la economía mixta para el control del poder. Siguiendo aquel viejo anuncio de los ochenta de una marca de limpia muebles donde se decía que “pasa tú el producto y yo el paño”, la política pone un producto prácticamente inmutable en unas determinadas manos y el fútbol pasa el paño para que brille sin pensar porque se acumula una y otra vez tanto polvo. La autoridad pública legitima así la perpetuidad en el cargo porque esto favorece la continuidad y porque la burocracia es aún demasiado lenta para moverse a tiempo. Las funciones públicas se delegan y así en ese totum revolutum administrativo, en época de crisis, no hayamos más salida que la de “trabajar en equipo” para salir adelante. La militancia en el fútbol es menos confortable que la relación clientelar. El fútbol funcionaria verdaderamente si el deporte amateur y el escolar serían lo que hicieran que se abriesen las aguas del mar rojo y no los viajes en jet privado.

Así con un sistema arcaico y basado en la realidad virtual, en el fútbol intermedio se producen grandes migraciones difíciles de gestionar. Clubes que desaparecen bajo el paraguas de una nueva estructura, jugadores que trasiegan de un club a otro en función de los patrocinios que van y vienen y que, por cierto, suelen tener su base en grandes contratos públicos. Las clases medias desplazan así al fútbol sus ansias de mejora económica y social y se incrementa el mercadeo de menores, puestos y fotos públicas para el baúl de los recuerdos de cada cual. La legitimidad la otorga el sueño de cada persona sin que nos paremos a pensar. No olvidemos que para que se pueda cumplir estas quimeras necesitamos algo más cercano, algo más cotidiano, algo por lo que empezar. La privatización total del modelo y la salida de la esfera pública nos lleva a un mundo virtual donde tendremos que, como en algún insigne torneo, terminar comprando voluntades o disfrazando a espectadores para poder llenar las gradas.

Así pues, cuando entendamos que hay que recuperar al aficionado de barrio, al del pueblo, al defensor de lo pequeño, el fútbol de barro y balón de trapo, lograremos volver a ser nosotros mismos. Sino para cuando nos demos cuenta, será tarde y como decía Maialen Lujambio “todo iba bien, hasta que encendí la luz”. Y si esto nos parece difícil, recordemos como Puyo decía que “lo imposible, es solo complicado”.

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