Ibon Cabo 





Kirola, mundua eta jendea 

Octubre 21 2019

Los estatutos bíblicos

Desde que Moises según la biblia recibió del Dios hebreo el decálogo sobre el que se iba a cimentar el pacto de obediencia entre los seres humanos y los divinos, los distintos pueblos, grupos y estados han tenido la intención de convertir normas en pasajes caídos del cielo. Se aplica a todos los seres humanos y a todos los grupos independientemente del objeto en torno al cual se agrupan.

La política que debería centrar su análisis en los procesos, lo hace indisimuladamente en los grupos. Cada grupo político e incluso cada sub grupo dentro de cada partido, tratan de auto proclamar que sus valores son los importantes y que todo lo demás es producto del interés. Así cuando alcanzan el poder tratan de sellar pactos escritos inquebrantables. Esos que les aportan a los suyos estabilidad. Tratan también de dotar de super poderes políticos a aquellas personas que han sido redactoras o impulsoras de estas ideas, de estos pactos. En algunas ocasiones estos toman el nombre de estatutos cuando se refieren a la organización pública o privada de algunos grupos con intereses en mantener determinados procesos en movimiento. En numerosas ocasiones, se trata de avanzar para no salir de la rotonda y volver siempre a la casilla original.

La sacro santa constitución española de 1978 es algo más que unas tablas de la ley o que un decálogo. Es simplemente el fundamento sobre el cual se fundamenta la indisoluble unidad de la concordia española. Una ley de punto y aparte que devolvió a todos los ciudadanos la condición de santos a través de la consiguiente llave del ascensor que subió en un día del infierno hasta el cielo. Otros lo consideran un punto y seguido. Da igual. Lo importante aquí es el carácter divino del texto. Desde que Jarcha cantaba “libertad sin ira” hasta que llegó “el coletas” casi nadie fuera de Euskal Herria o Catalunya había puesto en cuestión públicamente el texto. Una nueva página surgida del Sinaí sin que fuéramos conscientes en aquel momento.

El día 25 de octubre es el aniversario del todavía incompleto estatuto de Gernika. Un texto que dice cosas muy interesantes como que Navarra si lo quisiera tendría derecho a formar parte de una misma estructura administrativa. Si la unidad lingüística en torno al Euskera y su vertebración están lejos en Navarra, imagínense su incorporación a la CAV. También que cada territorio se puede administrar como quiera estableciéndose un inquietante camino a las duplicidades administrativas y a los reinos de taifas. Pero eso sí, es nuestro estatuto y al ser jurado al pie de un árbol su divinidad es casi del todo automática. Si en vez de ser un roble hubiera sido un manzano ya hubiera sido el sumun.

El domingo día 20 de octubre se ha puesto en marcha la reforma estatutaria del Athletic. Ya hubo un intento realizado por la junta de Fernando García Macua. Quedó en tierra quemada a pesar de que fueron algunos de los enmendantes quienes luego pasaron a ocupar la dirección del club. No fue posible cambiar las tablas de la ley rojiblanca en aquel momento. ¿Lo será ahora o simplemente volverá a quedarse todo en agua de borrajas? En cualquier cosa y tratándose de San Mames la conexión entre el cielo y estos estatutos es casi casi una reiteración.

Así, con la ayuda de Moises, Adolfo Suarez, Carlos Garaikoetxea, Fernando García Macua y otros muchos llegamos al verdadero cruce de caminos: ¿Cuál es el objetivo de una reforma estatutaria? Cuando llega el momento de cambiar una norma tan importante es porque la existente no se adapta a los tiempos actuales. Hay dos formas de proceder al respecto, tocando el texto lo mínimo o adaptándolo de verdad a las nuevas necesidades. Con prudencia o con ambición. Debemos incluir la igualdad como un valor auténtico y trasversal a todo o debemos quedarnos en una simple mención. Debemos optar por la profundización en la democratización del grupo al que se refiere el texto, es decir, avanzar en que los procesos sean por ejemplo más participativos o debemos seguir otorgando al funcionariado y al estatus quo existente un poder absoluto. Debemos facilitar el acceso a los grupos minoritarios o debemos dificultárselo.

En estas dos formas de entender las reformas está el quid de la cuestión. Debemos trabajar para que las normas abandonen los cielos y se adapten a las necesidades terrenales. Para ello hay que obrar con ambición y sin miedo al rechazo o al susto mediático. Los decálogos se quedan corto para un mundo que se actualiza al segundo en cada herramienta o en cada aplicación. Toca llamar a las puertas del cielo para pedirles que bajen a tierra. Toca deja de venerar y trabajar con ambición para la reforma de todos estos textos. Si no estaremos ante un simple lavado de cara sin fondo político verdadero. Estaremos de nuevos sentados a la espera de que vuelvan de fuera a salvarnos. No perdamos la ocasión.

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