Noviembre 18 2019
La rotonda vasca
La rotonda vasca (I)
En los últimos días se ha acentuado la división entre las distintas facciones de la política vasca en torno al análisis de los resultados de las últimas elecciones al congreso y al senado español. Aquellos que no se dan por satisfechos con lo obtenido, han recuperado un tono bronco. Además las pequeñas minorías en las diversas coaliciones, se revelan ante su falta de visualización o ante axiomas políticos que defendían y que se han visto ocultos tras el debate público en torno al resurgimiento en el estado de la extrema derecha. Cada cierto tiempo, la población vasca parece que observa gentilmente como algunos debates se reproducen una y otra vez. La pregunta ante esto está clara: ¿Será alguien capaz de salirse de la rotonda vasca?
En el año en el que nos movemos, los debates en torno a la capacidad que tiene lo local de sobresalir en un mundo global se reproducen constantemente. Suelen ser uno de los argumentos favoritos de aquellos que defienden a través del “postureo” un mundo global con identidades flexibles y cambiantes. No parece muy sensato pensar que lo global y lo local no pueden convivir. Sobre todo si atendemos una máxima de los físicos sobre la energía que dice que esta “ni se crea ni se destruye, se transforma”. Con la identidad parece que ocurre lo mismo. Claro que no es lo mismo pertenecer a un ámbito de minoritario, es decir, de resistencia que ser el patriarca que tiene la última palabra en cada conflicto.
En cualquier caso, la fuerza de esa lucha local tiene en los últimos años algunos matices no muy bien asumidos en el discurso político. Pondré algunos ejemplos para que se me entienda mejor. En las elecciones más recientes, el voto en función de la renta y del lugar donde los independentistas han sido mayoría en el estado determina que, por ejemplo aquí en la CAV, el votante abertzale medio (o al menos donde son mayoría), pertenece a los deciles de renta medios y medios altos. El voto más humilde se dispersa más entre opciones de izquierda más estatalistas. Así pues, la renta marca que una posición económica holgada hace más sencilla la militancia en base a la cuestión nacional y que por lo tanto, cuando la coyuntura aprieta, las soluciones demandadas están más ligadas a cuestiones de reclamo inmediato o subsistencia entre los más vulnerables.
Con todo ello, podemos concluir que la derecha, sea vasca o española, vive cómoda en situaciones de crisis pues sus votantes son tan fieles que apenas varían sus resultados. Da igual que llegue la crisis o simplemente la coyuntura económica cambie. Así la izquierda se vuelca en crecer por el otro costado y demanda constantemente políticas de redistribución de la riqueza para tratar de recuperar votantes de esas capas sociales (RGI, SMI….). Por ello, aquellas cuestiones que nos diferencian como sociedad de otras, cuestiones más generales que tienen un sector público potente y que afectan más a las clases medias, son delegadas en manos de los sindicatos. Así las cuestiones identitarias quedan aparcadas para situaciones más favorables en lo coyuntural una y otra vez. Quizás por no disponer de fuerza suficiente para incidir ni en las prioridades de subsistencia ni en aquellas que afectan más a un determinado tipo de votante de mayor renta. Parece que hay quién aprovecha las coyunturas presupuestarias para negociar para los votantes de otros olvidándose de los suyos propios. Por encima del verde se impone el rojo, el morado y cualquier otro color que no evoque o lleve al choque de trenes con nuestras propias contradicciones individuales.