Ibon Cabo 

Un lugar manifiestamente importante para la cultura vasca es la convención de Boise donde se dan cita todo tipo de actividades culturales y deportivas que refuerzan nuestros sentimientos como vascos y que impulsa  la difusión de nuestra milenaria cultura hacia los más diversos rincones del planeta. También nos recuerdan que en el pasado fuimos  inmigrantes, bien para buscar una vida o mejor o bien para huir de una posguerra en Euskadi que quiso acabar con nuestra cultura empezando por las personas que capturaron y torturaron los militares del bando nacional. 

Hasta aquí todo correcto y defendido sin duda por la mayoría de la sociedad vasca. Se trata pues de una oportunidad de aunar sentimientos identitarios y de recordar nuestra historia para caminar juntos hacia la expansión de la cultura y el deporte vasco. También para reivindicar fuera de nuestras fronteras la oficialidad de las selecciones vascas, algo por lo que están no solo los nacionalistas vascos sino buena parte de otros sentimientos políticos de nuestro país.

Sin embargo, este tipo de citas conllevan sus amenazas. Algunos ya nos han dicho que no entienden porque un jugador que vaya a la cantera del Athletic procedente de Boise porque no no puede tener sitio. Sin duda lo tiene, siempre y cuando sea un viaje premeditado y no provocado por la amalgama de representantes que dominan el fútbol y el baloncesto vasco. Todos sabemos los intereses y uniones económico, políticas y deportivas que mantienen en la élite a algunos clubes que nacieron de la nada deportiva (ni relaciones con socios/as, ni un barrio de pertenencia ni nada). Seguramente para aquellos que han poblado de americanos la ACB debe ser muy interesante entrar en el mercado Athletic a través de Boise, tanto al menos como traer centrales de treinta y tantos años a millón y pico de euros anuales. Cuidado, que detrás de la identidad se esconde sigiloso en ocasiones el negocio y el capital financiero que nos ha llevado a sufrir esta crisis.