El espacio público es aquel lugar en el que cualquier persona puede circular, en contraposición al espacio privado y cumple un fin de interacción cotidiana desde la creación del intercambio, los mercados o las plazas de avituallamiento que datan del principio de las civilizaciones (polis).

El espacio público, ha sido el lugar por excelencia de gestión de la diversidad (desde la llegada de mercaderes de otras tierras, pasando por ser el centro alrededor del que se edificaron los distintos lugares de culto y de gobierno durante siglos). En Euskal Herria, la situación ha sido durante siglos la misma, basta recordar que en Bilbao la plaza del mercado era el lugar donde terminaba la muralla, estaba el ayuntamiento y el único acceso durante siglos al otro lado de la ría.
Sin embargo, ¿qué es gestionar la diversidad? Hay que debemos hacer un pequeño paréntesis en torno a que entendemos unos y otros por diversidad social y cultural. Obviamente el modo en que semánticamente lo definimos, no tiene discusión, porque estamos hablando de “encuentro entre diferentes”.
El debate radica en torno a la gestión que de esta hacemos y a su vinculación con el espacio público. En las teorías sobre diversidad cultural, hay cuatro modos fundamentales de interrelación entre culturas: asimilación, multiculturalidad, interculturalidad, fusión cultural.
En principio la interculturalidad es la interacción entre dos mundos que ocupan y logran crear, activa o pasivamente, un espacio común, favoreciendo la integración y la convivencia y siendo respetuosos con la diversidad.

El respeto a la diversidad incluye por supuesto, una adaptación a los usos y costumbres propios de la cultura receptora (idioma, folklore, deporte…) y viceversa en los mismos términos anteriormente mencionados.
Cuando aplicamos esta lógica sociológica a los espacios públicos, surge el conflicto de intereses y las consecuentes disfunciones en el marco de la convivencia. Surge la lucha por la privatización individual y colectiva del sentido de lo público.
“¡Esa es mi plaza!”, ” ¡Yo he jugado toda la vida en ese frontón!”, “los que somos de toda la vida de aquí…” Éstas son frases habituales en el día a día de la gente cuando ven que espacios públicos que frecuentaban en otras épocas son ocupados para su uso y disfrute por otras personas (muchas veces estamos ante espacios abandonados en el momento que surge esta reclamación social).
Aquí aparecen también las diferencias en los usos, como por ejemplo culturas que provienen de climas cálidos donde la calle es el epicentro de todas las cosas y que al llegar a uno más húmedo, de mayor alternancia en el uso del espacio público, surgen choques importantes cuando los/as vecinos ven llegar el buen tiempo y tratan, cual margaritas, de hacer uso de su “plaza de toda la vida”.
En este punto el conocimiento del otro, la información acerca de las ordenanzas municipales y la búsqueda de puntos de encuentro entre diferentes son claves para tratar de encontrar una sociedad más justa, participativa y abierta a la integración.
